Diminuto Cielo es el particular refugio de Curro Rubira, director creativo digital. En ese pequeño limbo, dice, todo se hace a mano mientras se escucha música y Martín, su hijo, juega con sus dinosaurios y tigres de plástico. En este mundo personal en el que «los rotuladores y los pinceles manchan», se ilustran láminas, se hace lo propio con libros, se serigrafía, se pintan gatos japoneses y se convierte el nihilismo y el amor en llaveros.
Su forma y dimensiones son un recuerdo de aquellos enormes, más propios de otras épocas, aferrados a las llaves de hoteles y lavabos de gasolinera. Con su tamaño XXL se perseguían dos objetivos: que no quedasen olvidadas en cualquier lado y que nadie las robase. Rubira, sin embargo, dice que se las hubiera querido llevar todas, «pero su tamaño extragrande y su color deliciosamente plasticoso me hacía estar seguro que el conserje del hotel JAMÁS renunciaría a ella».
Por eso, afirma, «desistí». Y por eso también, seguramente, creó los que llama llaveros nihilistas y de amor. De aquella simpática frustración, «y del sinsentido de vivir sin poseer aquel llavero de metacrilato», llegan estas creaciones revestidas de cariño y descreimiento. Llaveros de metacrilato en diferentes formas y colores, con cadena de bolas con cierre, con frases que hablan por sí solas.
«Que le den al Excel», dice uno de color verde hoja de cálculo de Redmond y forma rectangular. «Te lo dije», apostilla uno negro, circular. «Me haces sol», reza acaramelado uno amarillo y ovalado. «Infinito se queda corto», continúa otro también bruno y redondo. «Mi trabajo es recordarte», remata uno de intenso azul eléctrico.
Estos y otros llaveros nihilistas y amorosos están a la venta en la tienda de Diminuto Cielo y, frecuentemente, en mercadillos físicos como el Mercado de Diseño, de celebración habitual en Matadero Madrid.
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